Vivíamos en el tercero derecho, en las tres dimensiones de la calle Europa. Así les decíamos a los que venían de visita. Era un piso exterior por sus dos ventanas; la del salón y la de Fénix el del Equipo A, e interior por el resto de ventanas que daban a un patio de luces...¿Curioso nombre?. El patio era más grande que la calle, así que nos daba el sol todas las mañanas.
No solía quedarme a estudiar por las noches... era de las de:
-Mañana pongo el despertador para las 6 y repaso... bueno, o a las 7 o, bah, eso no creo que caiga...
Ese día me había quedado hasta la 1. Era un barrio muy tranquilo, a pesar de que los Mallos era zona de malotes, neno!, pero por las noches, como en Gran Hermano, los sonidos se magnifican. Me metí en cama. Mi habitación era la primera a la izquierda, justo al lado de la puerta y del timbre (si, la que se levantaba). Tenía un escritorio que había comprado el primer año de carrera, creo que en Carrefour o algún centro comercial del estilo. Con los años, había perfeccionado la técnica de montaje y era una experta con la llave Allen.
Lo desmontaba todos los finales de junio y lo volvía a montar en septiembre para los exámenes de las que me quedaban por no poner el despertador....titititi...titititi...titititi...
Tenía un armario con muchas fotos y citas pegadas en las puertas, una papelera, una mesilla y una estantería metálica de las mías, tipo Allen también, llena de apuntes, libros y alguna caja de zapatos forrada con papel bonito llena de un mix of things.
El escritorio estaba enfrente de la ventana.
La ventana daba al patio de luces y a la ventana de mis vecinos de enfrente. Eran una pareja de cincuentañeros. Ella bien hermosa, de las de falda y chaqueta y él un esmirriao. Solamente los reconocía si estaban en la ventana de su habitación, recogiendo la ropa del tendal, ella, o hablando con un perrito que tenían, él. Con los años ya no hablaban con el perrito, hablaban con el nieto. Seguian tendiendo la ropa.
Esa noche me acosté a la 1
Siempre veíamos la tele un rato.
Si llegaba primero siempre cogía el sillón grande, para esparramarme en él (Sinónimos: repanchingarse, esvacoarse, estomballarse) y me apoderaba del mando!. Quizás fuese lunes y Grisson en sesión doble de CSI.
Me tapé con varias mantas y un nórdico (Era muy friolera. Ahora no!) y esperé a dormirme.
De repente escucho:
-titirititirititrrriiiititi...... silencio
y otra vez titirititirititrrriiiititi..... silencio. ¿de dónde salía ese ruidito?
Era un ruido que se metía en el oído...odioso!, repetitivo.
Silencio de nuevo...casi estaba dormida y vuelta a empezar... y así toda la noche. Eso si, la frecuencia del ruido ya no era constante...cada vez había más silencio entre titirititirititrrriiiititi y titirititirititrrriiiititi.
Esa noche no necesité despertador...NO DORMÍ NADA...por culpa del ruidito. Creo que mis neuronas estaban bailando al ritmo del titirititirititrrriiiititi.
Por la mañana, ojeras con O grande, mala cara y la musiquilla en la cabeza todavía seguía sonando.
Abrí la persiana y veo en el tendal de mi vecina de enfrente algo colgado por las orejas.
Un peluche.
Me reiría si no estuviese de tan mala hostia. Un puto peluche. Cajinaaaaaa en la abuela que había metido en la lavadora al osito del nieto.
Señora lleva pilas!
A medida que se iba secando el osito el titirititirititrrriiiititi se espaciaba en el tiempo...
Y ahora cómo le explico yo al que me pregunte:
- ¿Has dormido bien? Tienes mala cara
- Un puto osito de peluche no me ha dejado dormir... nadie me creería...
Historias de vecinos, osos de peluche, sofás y habitaciones sin despertador...
Otro día os hablo de mis vecinos del 3E, os adelanto: perros con dueño desaparecido, putas de un solo dueño, niñas llamadas a grito pelado "Alejandra ponte las bragas!, cajeras monísimas pero con muy mala leche... pero eso lo dejo para otro día
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