martes, 4 de febrero de 2014

una cocina con sofá



  En el tendal, pañales de tela colgados y ropita de colores de dos tallas diferentes. La de mi hermano y la mía. 

Fuera también había sitio para el montón de leña que avivaba la lareira de la cocina de noviembre a marzo. El 4 latas, un triciclo de color rojo; no podía ser de otra forma y un lavadero que era la lavadora de los 80s en mi casa.

 




En el suelo sintasol, imitando a madera… pero no por apariencia, era por calidez. En la cocina el suelo era frío, muy frío.
-Pon as zapatillas, vaste enfriar e logo veñen as consecuencias…siempre que escuchaba esto (y todavía sigo escuchando muchas veces en La Rozabella) y aún sin estar muy segura de cuáles serían las consecuencias subía a ponérmelas. Todo era por si dentro de esas consecuencias entraba el tener que “pincharte”.
Odiaba las agujas, las odio y creo que las odiaré toda mi vida
Carmen de Arriba, la madre de Yolanda del Peago era quién hacía de practicante cuando no se podía ir a Espasante a aquella casita azulada que yo tanto, tanto odiaba, odio y odiaré porque siempre que paso por allí me recuerda ese olor y ese dolor… lo mismo me ocurre cuando voy camino de Cariño y paso por A pedra…
Todavía recuerdo alguna de esas inyecciones como si fuese hoy. Palmadita en el culete, se supone que para relajar… en mi caso el efecto era el contrario… y pinch!

Si no pasabas mucho tiempo sin zapatillas quizás con un Ardine 600 de sabor inconfundible a colutorio naranja y un optalidón era suficiente, y si no… pinch!

 Al lado de la lareira había un pequeño horno que solo servía de armario.
Al otro lado, la cocina y el fregadero “de pedra de cantería” y un escurridor azul donde colocábamos los platos y fuentes de porcelana con flores marrones; regalo de boda de mis padres y de los padres de media parroquia…(enviadme una foto, ya veréis cuántos tenemos la misma). Los que vendían esa vajilla se forraron, seguro! En casa de Mariluz todavía queda alguno de esos platos, no todos. 
Yo tengo en mi haber de rotos, un par, y una fuente honda. 

Una mesa con un hule de cuadros,cuatro sillas de madera, una tele de las que tenían rombos cuando anochecía, un encerado con tizas de colores, una nevera (antes para enfriar íbamos a casa de Elena)
y una alacena donde se guardaban las potas, las fuentes, platos, tenedores, cucharas, cucharillas y cuchillos todos bien colocados en un plástico blanco, y un sofá de escay.
En la ventana una jaula y el periquito azul.

Desde los 18 años he pasado por un montón de cocinas, con alacenas marrones, blancas y rojas con sillas de madera, de plástico, altas, bajas, banquillos y taburetes, con vajilla y sin vajilla, con flores en los azulejos, sin ellas y negros o blancos y en todas he sido muy feliz. Dibujando en "el encerado", colocando mis frascos de plantas medicinales en la "casa nueva", jugando a los dados en la calle Europa con Casás (feliz cumple) y Jose, haciendo bizcochos en Milladoiro y balines en Arzúa, bollos "preñadus" en Lublin, chipirones en Carballiño y soñando en Breslavia.



Siempre he pensado que el sofá es la parte más importante de una casa y donde más tiempo se pasa.


Ahora el sofá como al principio lo tengo en la cocina, antes era marrón y ahora es de piel blanca para poder escribir historias y seguir soñando!